Aunque la percepción doméstica de las familias argentinas pueda advertir que “se quedaron cortos”, la evaluación oficial marca un acumulado de enero y febrero de 36,6%. Milei dice en sus medios que es un “numerazo”, pero pocos lo ven por la encrucijada de pagar internet y el cable… o comer.
El Instituto de Estadísticas y Censo (Indec) difundió la inflación de febrero, en un promedio de 13,2 por ciento, y así la comparación interanual suma 276,2% y el acumulado en los dos primeros meses del año asciende al 36,6%. Todo, sumado al 25,5% de diciembre (la medición más dramática en los últimos 34 años).
Es cierto. La percepción de la familia argentina puede desconfiar de estas cifras oficiales más allá de la legitimidad que le asignen los medios cómplices. Y es porque la realidad en las góndolas, las facturas de los servicios y la eliminación de ciertos “placeres y lujos”, de seguro, les marca otra verdad. Entiéndase “placeres y lujos” como bálsamos u oasis en el peregrinar de rodillas que es llegar a mediados de mes. Salir a cenar; una escapada de fin de semana; una plataforma para gambetear la angustia de la mano de una buena serie; o simplemente, “una coca de vidrio”, son ejemplos de esos “lujos y placeres” que parecen alejarse cada día más.
“Parece que está debajo del 15%, con lo cual es un numerazo”, dijo el presidente Javier Milei, reconociendo que tiene “plena conciencia de lo que está pasando” en el país. Pero advirtiendo a las familias argentinas que “corregir cien años no es gratis”. Ponele.
La fantasía de campaña parece ser un mensaje todavía redituable. “Si le sumás la suba de prepagas, que es de una vez, y tarifas, que son una vez para siempre, en ese contexto, al número le vas a tener que restar casi 5 puntos, cuando veas eso, vas a hablar de una inflación de un dígito”, señaló Milei. Catarata de stickers como el de Travolta en Pulp Fiction sin saber qué hacer.
Para algunos, el costo de vida se desaceleró por la fuerte caída de la actividad, la grave disminución del consumo y… la licuadora que desintegra los ingresos y el poder adquisitivo de los trabajadores, ya sean formales o informales. Sin dejar de lado, como variable, el ajuste extraordinario en todo el territorio.
Pero es menester retomar las cifras. El primer bimestre suma un alza de la inflación de 36,6%, en tanto que en los últimos doce meses, la inflación nacional refleja un avance de 276,2%. Es la comparación interanual más elevada desde el primer trimestre de 1991.
Ahora bien; en el desmenuce por rubros el mayor aumento se registró en Comunicación (24,7%), por la escalada en servicios de telefonía e internet. Transporte, con un 21,6% (que se agigantará en marzo tras la quita de subsidios); vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles hicieron lo suyo con un 20,2%; y alimentos y bebidas (lo esencial para sobrevivir) fue de 11,9%. La desregulación y el libertino mercado empiezan a dar clases magistrales con talleres experimentales a la doctrina económica austríaca.
En el NEA, la variación mensual fue de 10,9%. Bastante por debajo de la media nacional del 13,2; y reflejando un comportamiento inverso respecto de mediciones de 2023 en las que el NEA superaba el promedio en términos nacionales. Y, claramente, la explicación se funda en la caída del consumo por la caída del poder adquisitivo de las y los trabajadores. La innegable reducción de compra en las provincias del NEA (léase demanda) tiene su impacto en la remarcación de precios (oferta). Pero los productos siguen allí, en la góndola, la vitrina o el exhibidor, esperando su fecha de caducidad. Casi extrañando el romance con el consumidor que ya ni se detiene a observarlos.
No es joda. Sólo como botón de muestra, recurriendo a la máxima de llevar el pan a la mesa y en función de los datos del Indec, unos 390 gramos de pan de mesa costaban 1.592 pesos en enero y pasaron a costar poco más de 2.021 en febrero. Un 27 por ciento más.
El humilde y simple análisis es de febrero. Sí; parece tan lejano, que eriza la piel pensar en marzo no?
Por Juan Diego Turraca
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