Obras, obras, y más obras (Peter Capusotto).

Nada sin proyectos de infraestructura, todo con el pueblo. En una gestión con la impronta conservadora del macrismo, era de esperar que sus políticas fueran de vaciamiento del Estado, y de desinversión en áreas sensibles, no alentar la producción, ni construir hospitales, ni escuelas. El arribo esperanzador de una nueva gestión (a nivel provincial y nacional), que carga en su haber con propuestas diferentes, de signo nacional y popular, como por ejemplo: garantizar derechos, crear trabajo, generar inversión productiva, mejorar los salarios, significa también hacerse cargo de una forma diferente de gestionar.

 

Este nudo crítico del proceso actual, que lejos de mejorar, tiende a empeorar de la mano de la crisis sistémica, hace naufragar las mejores intenciones, y el trabajo del puñado de funcionarios que parecen percibir la proximidad del abismo. El resto, lejos de tomar conciencia del clima de la calle, recrea su cargo, y celebra sus “logros” a través de las redes, como si fueran ciudadanos comunes publicando fotos familiares.

Dice Juan Carlos Monedero (político e intelectual español) “El Estado sigue siendo, de una forma intrincada, el principal instrumento para que las cosas cambien o para que se queden en su sitio”. Lúcida reflexión que conocen bien los exponentes de la derecha -desde Rodríguez Larreta hasta Patricia Bullrich, desde Gerardo Morales a Milei-, que anticipan que, de ser gobierno -y por ende, tras ganar las elecciones y hacerse cargo del Estado- tomarán drásticas decisiones en las primeras horas, para erradicar de un zarpazo lo que consideran derechos excesivos, eliminación de subsidios que “atrasan” las tarifas, y otras medidas extraídas del manual del fracaso de los gobiernos neoliberales, sea de Menem, o De la Rúa, o Macri.

 

Sin embargo, quienes ejercen la conducción del Estado sin asumir las disyuntivas que acucian hoy a la población, parecieran despreocupados del resultado eleccionario, pero peor aún, del verdadero impacto de las políticas públicas que “impulsan” desde sus oficinas. Es decir, mientras las autoridades y la ciudadanía hacen esfuerzos para concretar obras que transforman a la provincia, la ausencia de funcionarios que dialoguen en cada territorio, la confianza en que la palabra del gobernador hará el trabajo que corresponde a los responsables directos y a la militancia, habilita que una mediocre dirigencia opositora, heredera de la impotencia de cuando fueron gobierno, propale un relato que desmerece los avances logrados.

A la expresión presidencial sobre que “la reforma del poder judicial es una deuda de los 40 años de democracia”, habría que agregar también otra deuda: “transformar el Estado heredado de la dictadura y del neoliberalismo”.

 

Por Carlos “Cacho” Quirós

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